sábado, 8 de diciembre de 2012

Sigue siendo aquel


Alguna cosa está cambiando. El teatro Coliseum de Barcelona no alcanzó a llenarse en la primera de la sesiones de la nueva visita del mítico Raphael a la ciudad. Claro que son cinco noches las que ha programado el artista de Linares, por lo que al final seguro que los números salen pero en un concierto de Raphael no es habitual encontrar sillas vacías, la totalidad de los palcos discretamente cubiertos por una cortina para no mostrar su interior vacío y bastantes huecos en las partes altas.
 Algo está cambiando, efectivamente, pero Raphael no. Sigue siendo el mismo, sigue siendo aquél y eso es lo que sus seguidores quieren y esperan. Esa fidelidad a su propia imagen, y todos los excesos escénicos que conlleva, es lo que alzaba sistemáticamente, como si dispusieran de un resorte, a las tres primeras filas de platea de sus asientos al concluir cada canción.
Esta vez la gira se titulaba explícitamente Lo mejor de mi vida y eso fue exactamente lo que ofreció el cantante en el Coliseum. Comenzó directamente con Mi gran noche y, a partir de ahí, planteó un recorrido existencial que le llevó hasta 1960 y su primera colaboración con Manuel Alejandro. A ese insustancial (“estaba encima la censura y las canciones tenían que ser blancas”) Tú, Cupidosiguieron otros temas de la época; Raphael subió y bajó por las escaleras que coronaban el escenario y hasta se marcó un twist. Y siempre con una sonrisa en la boca
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