miércoles, 12 de diciembre de 2012

Van Dyke Parks: “Mi música nunca consistió en saber sino en preguntarme”


Al llegar al hotel donde se ha concertado la entrevista, la imagen del hombre que, en la California contracultural de los sesenta, experimentó con el pop como un científico disparatado, con la cabeza llena de arreglos alegóricos y líricas conceptuales, es más que chocante. Sentado solo en la cafetería, viste con traje y corbata mientras habla por el móvil y consulta un ordenador portátil. Lejos del genio desordenado y maniático que uno, a saber por qué capricho del mitómano que todos llevamos dentro, espera encontrar, Van Dyke Parks parece un ejecutivo a punto de cerrar una importante fusión empresarial.
“Hoy en día, si uno lo pierde o se lo roban, es casi como perder la identidad, tendrías que resetearte”, dice en tono jocoso sobre su portátil. Pero lo que más sorprende, sin duda, es saber que este talento artístico de la música norteamericana, a la altura de muchos grandestótems, se hace acompañar en su concierto en Madrid por músicos españoles con los que no ha tocado nunca “por una simple cuestión de dinero”. Allí donde otros cruzan el charco con todo el equipo, los mánagers y su lista de exigencias, este músico viaja solo para ahorrar gastos y porque apenas van a verle unas decenas de personas.
Su contagiosa amabilidad y su presencia entrañable despistan para apreciar el aura (otra vez la mitomanía) típica del maldito que le rodea: aquella que distingue al músico que, pese a tener una identidad artística admirable e influyente, no ha conocido el éxito y sobrevive en un segundo o incluso tercer plano. Podía haberse reseteado para ser un producto sonoro más accesible, pero no le dio por ahí. “El reconocimiento es importante, como haber sido una inspiración, pero nunca pensé en ser el más exitoso”, sonríe. “He conseguido experimentar y grabar lo que quería y eso es una habilidad que no todo el mundo puede decir”, afirma Parks, que no duda en defender sus tres primeros discos (Song Cycle, 1968, Discover America, 1972, yClang of the Yanke Reaper, 1975), que hicieron que la crítica especializada le pusiera la etiqueta de genio y han sido recientemente editados por el sello británico Bella Union. “Pertenecen a un periodo muy importante para el oyente: a la era del estéreo, donde los arreglos y el trabajo en estudio eran diferentes a la época de Elvis Presley. Eran los sesenta y no se grababa la música en vivo en los estudios como antes”, explica.

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