Para entender la escalada de la última generación de músicos locales no hay que pensar en Chile: hay que girar la mirada con dirección a México. Hace casi un lustro, el cantautor Pedropiedra tuvo un ofrecimiento de Sony Music de ese país para convertirse en una ascendente figura continental, bajo las órdenes de un productor de fuste y con promoción multinacional. Pero el chileno dijo no: no quería intermediarios, no quería miradas ajenas, no anhelaba el viejo orden de la industria del disco.
La negativa no sólo retrata la trastienda de la ópera prima del hombre de Las niñas quieren...; también es el reflejo de la ética de trabajo extendida por gran parte de los músicos locales del último decenio. Y, por consecuencia, es una de las historias más representativas deCanciones del fin del mundo, el primer libro del periodista Manuel Maira -colaborador de La Tercera y de diversos medios- y el primer gran testimonio de la camada de nombres aparecida en el nuevo siglo, una de las más prolíficas de las últimas décadas, hoy en pleno ascenso y que ha trazado su historia bajo patrones comunes.
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