sábado, 20 de octubre de 2012

La música clásica escapa de su corsé


La escena es más propia de una instalación de arte contemporáneo que de un concierto clásico. Estamos en la pista del aeropuerto ginebrino de Cointrin, ante la Orquesta de Cámara de Ginebra dirigida por David Greilsammer. Mientras suena la música, aterrizan y despegan aviones. No resulta este el lugar más, digamos, familiar al aficionado medio a la música clásica. Tampoco lo parece la modernidad urbanita de Bleecker Street, en el corazón de Manhattan. Allí, una larga cola de jóvenes esperaba ante la puerta de la sala Le Poisson Rouge. No aguardaban para ver al dj de moda, sino para escuchar un concierto del minimalista Terry Riley.
De vuelta en Europa, en Berlín, la celebrada pianista francesa Hélène Grimaud se presenta a medianoche en un club nocturno de Mitte dentro de los conciertos del Yellow Lounge, iniciativa de su discográfica Deutsche Grammophon, el legendario sello amarillo. Alrededor del piano de Grimaud se sientan en el suelo jóvenes que beben mientras oyen obras de Schubert o Ligeti.

No hay comentarios: